Por Guillermo López Hormazabal, Coordinador Programa Pichikeche para la Restitución de Derechos de la Niñez Mapuche. Fundación Anide.
Fuente: Foco Social
Expresarse, o intentar hacerlo, en relación a la niñez mapuche y los medios de comunicación masivos no es fácil. No es fácil por múltiples razones. En primer lugar, porque los niños, las niñas y los jóvenes, en general, no tienen voz en los medios de comunicación masivos. Lo anterior se acentúa aún más en el caso de los niños, las niñas y los jóvenes mapuche. Y esto hay que dejarlo en claro.
Cuando los medios de comunicación masivos se refieren a los niños, las niñas y los jóvenes mapuche lo hacen desde sus propios intereses que, por lo demás, distan mucho de los intereses de los propios niños, niñas y jóvenes, así como del pueblo mapuche. Lo anterior, lamentablemente, se puede apreciar al revisar, ni siquiera de manera minuciosa, cómo son tratados los temas que tienen directa relación con la niñez y juventud mapuche. Espero equivocarme, pero creo que en ninguna ocasión, en el abordaje temático que realizan estos medios de comunicación, se les pregunta a los niños, a las niñas y a los jóvenes mapuche cuál es su parecer, su apreciación y/u opinión de los temas que les atañen directamente. Y me refiero a preguntas que apunten a conocer lo que quieren, lo que sueñan y lo que anhelan para sí mismos y para su pueblo. Por supuesto siempre va existir ese periodista o comunicador que persiga a un niño, niña o joven para sacarle una cuña que sirva para emocionar a la teleaudiencia, pero que no repare en cómo y para qué lo está haciendo.
En segundo lugar, no es fácil porque los medios de comunicación que sí abordan los temas de infancia de manera responsable, respetuosa y desde los principios del enfoque de derechos, son los minoritarios; los que no están en todos los quioscos de las esquinas; los que tienen su frecuencia radial al final del dial (porque así lo han impuesto las leyes) y, por supuesto, que no aparecen en la televisión abierta. Con respecto a esto último, recomiendo visitar la página web www.agenciadenoticias.org, que visibiliza el quehacer de distintos medios de comunicación independientes, alternativos y/o populares, y que abordan distintas temáticas: niñez y juventud, mujeres y género, pueblos indígenas, entre otros. Temáticas que, por lo demás, están en gran medida vetadas en los medios de comunicación masivos o, bien, se tratan de un modo burdo y poco responsable. Por lo mismo, la batalla no está perdida. Creo que uno de los senderos y caminos que debemos transitar/desarrollar es precisamente relevar estos medios, difundirlos, expandirlos.
En tercer lugar, y no me atribuyo para nada esta idea, está el tema de la formación de comunicadores. Como plantea la guía Comunicar sin dañar1, muchos de nosotros, aunque no soy comunicador profesional, no tenemos una formación en enfoque de derechos y, por lo mismo, los hechos noticiosos que afectan a los niños, a las niñas y a los jóvenes los abordamos sin tener en consideración que son “sujetos de derechos” y no “objetos”. Lo anterior no es un tema menor, ya que abordar estas temáticas desde la calidad de sujetos de derechos implica, entre otras cosas, respetar su identidad; no revictimizarlos; tener presentes la presunción de su inocencia; utilizar un lenguaje que no los dañe; desarrollar una mayor profundización en los temas tratados, incluyendo distintos puntos de vista; realizar un seguimiento a los hechos y procesos; etc. Por lo tanto, este es un gran desafió para nosotros mismos, y en especial para las escuelas de periodismo y comunicación. Sin embargo, y en defensa de mis amigos periodistas, muchas veces las presiones de estos grandes medios de comunicación, los obligan a caer en el sensacionalismo, en lo que hace llorar y emocionarse, y en definitiva, para provocar lágrimas de tele-cocodrilo.
En cuarto lugar, no es fácil por un tema mucho más profundo: no tenemos una educación que nos forme como sujetos críticos, solidarios y conscientes de nuestra diversidad cultural. Hay falencias enormes en la formación de los profesores, de los asistentes de la educación, y, en definitiva, de todos quienes trabajan en la escuela. Esto se traduce en que no existe mayor desarrollo de una educación en Derechos Humanos, y si existe, es mínima; qué hablar de la educación intercultural, que se aboca casi de manera exclusiva a la lengua, desconociendo saberes, tradiciones y, en síntesis, la cultura de los pueblos originarios. Si no nos preocupamos de estos temas y desarrollamos una política en torno a ellos y si no tomamos atención de la “madre de todas las batallas”, como suele decírsele al tema de la educación en su conjunto, lamentablemente observo el futuro con un dejo de desesperanza.
Sin embargo, no todo está perdido. Por suerte se han comenzado a desarrollar iniciativas y programas que tienen como propósito contribuir no sólo al desarrollo de una comunicación más responsable y consciente respecto a los temas de niñez y niñez mapuche, sino también de aportar, desde sus propios conocimientos y prácticas, a la transformación de nuestra realidad. Con esto último hago referencia a proyectos como Niñez en Acción, que desarrolla su trabajo en las comunas de Lo Espejo, La Pintana y Quilicura; lo que realizan a diario los distintos proyectos de la ONG La Caleta; lo que están realizando desde FocoSocial en relación a la cobertura mediática de los temas de la niñez y adolescencia en nuestro país; las políticas que ha puesto en marcha la municipalidad de Recoleta, que inauguró hace uno meses su programa de pueblos originarios; entre otras iniciativas.
Para cerrar, sólo señalar que debemos tener consciencia de los intereses que hay detrás de los medios de comunicación masivos (basta con fijarse bien qué empresas, por ejemplo, financian los noticieros a través de su publicidad) y nos daremos cuenta que la mayor parte de ellos no tiene la intención de relevar lo que realmente sucede con los niños, las niñas y los jóvenes mapuche, y menos aún darle espacio y cobertura a sus propias voces. Por lo mismo, la educación, esa con mayúscula y no sólo la que le atañe a la escuela, se torna fundamental, puesto que somos nosotros los que debemos formar a los sujetos que critiquen, desmientan y solidaricen con sus pares, con sus compañeros y con lo que les sucede en cada allanamiento a los niños, a las niñas y los jóvenes mapuche.
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