Hace un par de semanas, Cecilia Sánchez y su familia dejaron la casa en que vivían, en la calle Dinamarca del cerro Panteón. No pudo con el alza súbita del arriendo de la propiedad que habitaba hace cinco años. “De 150 me van a cobrar 250 a fin de año, o me caducan el contrato. Me dijo que él era el dueño y que podía cobrar hasta 300 mil “. Cuenta también que los arriendos de otras propiedades del sector están siendo objeto de la misma alza en los arriendos “esa casa de allá costaba 150, ahora pagan 250. Y esa de allá arriba, el arriendo valía 75 el año pasado…ahora vale 300”.
Por Natacha Gómez-Barahona
Gentrificación, es el fenómeno irreversible que ha comenzado a vivir el pequeño sector colindante con los tres principales cementerios de Valparaíso: el 1, el 2 y el de Disidentes; barrio con particulares características claramente apetecibles para la inversión inmobiliaria.
El concepto, derivado del anglicismo gentry, y cuya mejor traducción sería “aburguesamiento”, o “aristocratización”, apela a la reconversión forzada de un barrio, donde se instalan iniciativas comerciales e inmobiliarias que atraen a una población social y económicamente diferente a la originaria del lugar, la que termina por ser desplazada por los nuevos habitantes, profesionales jóvenes, artistas, etc. que suelen también establecer segundas viviendas en el sector gentrificado.
El fenómeno se ha vivido con profundidad en Europa, Estados Unidos y Latinoamérica. Los tradicionales cerros Alegre y Concepción, y en parte los cerros Bellavista, Yungay, y San Juan de Dios han sabido bien de este desplazamiento, tal como lo ha vivido Cecilia en Panteón. El mismo pasaje Dimalow en Cº Alegre, a la salida del ascensor Reina Victoria, es testigo vivo y mudo del forzado cambio: en un par de cuadras se han instalado en poco tiempo cinco restoranes, un edificio de departamentos, dos hoteles, más dos actualmente en construcción. El precio de venta de las propiedades reconvertidas superaba los 300 millones de pesos. Hoy, un par de casas todavía habitadas por vecinos, sobreviven como porfiadas islas en la estrecha extensión del pasaje.
Se viene el loft
Dinamarca es una calle corta, entre la Subida Ecuador, Cumming, y los cementerios. Hay pocas edificaciones, un par de sitios eriazos, y tres miradores panorámicos. El conjunto Hermanos Montgolfier, al costado de la escalera de igual nombre, es una de las edificaciones más relevantes del sector: habitan allí una veintena de familias en viviendas muy deterioradas por el paso del tiempo.
La casa del cónsul de Dinamarca y benefactor de la ciudad, Dr. Jean Thierry, se ubicaba a la entrada de la calle, en la primera década del siglo pasado.
De allí el nombre de la vía. En esa misma antigua casa del cónsul, bastante venida a menos por los años, la falta de mantención y un incendio ocurrido en julio de 2011, pero no alejada del todo de su belleza arquitectónica original, se construye hoy en día un proyecto inmobiliario del arquitecto Joaquín Velasco.
A unos metros, otro proyecto del mismo Velasco: un conjunto de 10 loft en terrazas, de 4 pisos, sobre una ladera que da hacia las calles Condell y Ecuador.
La primera construcción, proyectada originalmente como un hotel, tendrá definitivamente otro destino. Un espacio cultural donde tendrán cabida iniciativas diversas que convivirán bajo la modalidad de coworking, explica Velasco.
Respecto de la segunda construcción, los loft, hay inquietud en el barrio especialmente porque la altura de la construcción no tape la vista del mirador bajo el cual se construye, pues en el techo de obra, que queda a nivel de calle, se ubicarían los estacionamientos del conjunto.
Ninguno de los dos fue consultado, informado, o al menos expuesto, al barrio previamente. Los vecinos y vecinas desconocen tanto las características del proyecto – algunos incluso su existencia- y mucho más, el impacto que significará para el cerro.
Más muertos que vivos
“Lo violento es la gentrificación, ese corte”, reconoce el propio Velasco en una de las asambleas que en plena calle y con escaso número de participantes, se han concretado en el último mes, convocadas por la Junta de Vecinos. “Aquí puede llegar no yo, sino otro, cualquiera, y tampoco va a hacer una reunión de nada, y va construir la cuestión y chao” dice el arquitecto emplazado por algunos vecinos preocupados por el proceso que comienza a sufrir el barrio. “Yo soy arquitecto y mi tema es construir. Mira esa casa cómo está, he venido a hablar tres veces con ese señor, y no quiere vender…mira, cómo no va a querer vender si se les está cayendo la casa”, dice, exponiendo casi con tono mesiánico y sin filtros, la lógica motriz de la gentrificación: comprar propiedades en deterioro en sectores con proyección, cercanos al centro urbano, con capacidad de alcanzar alta plusvalía. Construir, remodelar, e instalar lógicas inmobiliarias y comerciales que atraerán consumidores y beneficiarios distintos y con mayor capacidad económica, los deberán, obligatoriamente, cohabitar con lo que queda del sector, entre ellos, los vecinos y vecinas.
En todos los lugares permeados por la gentrificación, se han producido, sin excepciones, fenómenos similares: alza súbita y desmedida de los cánones de arriendo, cambio de destino del barrio, instalación de comercios y servicios orientados al turismo, deterioro en la calidad de vida de quienes permanecen, alza en los valores de venta de las propiedades que en ocasiones quintuplica los valores originales de compra en poco tiempo. Los propietarios optan por vender, emigrar, y el barrio finalmente, se deshabita y reconvierte.
Panteón está siguiendo la misma corriente. Propiedades que hace no más de 5 años se compraron en pocos millones, se venden hoy en seis veces su valor de adquisición. Una casa al inicio de la calle Dinamarca, que hace poco tiempo se arrendaba en alrededor de 200 mil pesos, hoy figura en manos de la conocida corredora de propiedades Patricia Sepúlveda en 450 mil.
No es un proceso amigable. No al menos para los habitantes originarios. “A mí me encanta este barrio, por mí no me iría, el vecino de la esquina conversa conmigo, me ayuda, acá uno cuenta con los vecinos” dice Cecilia.
En el menor plazo, en cerro Panteón, cambiará el sentido y la vida de barrio que relata Cecilia, quien se ha trasladado a otra propiedad en el sector de cerro Barón.
La precaria organización del barrio y la situación de los habitantes, más ocupados en resolver sus urgentes dificultades cotidianas que las problemáticas colectivas, son el terreno más apto para que la fortuita ocupación del cerro se realice casi sin vientos en contra.
Ambos proyectos se concretarán y estarán en funcionamiento en poco tiempo. Hasta ahora no se sabe mucho de su diseño ni de sus características. Tampoco de la intervención arquitectónica que se realiza en la antigua casona de Dinamarca, seguro de valor patrimonial, donde se construye sobre el techo una estructura que no corresponde a su forma y altura original.
Mucho menos saben del reciente Fondart en la línea Fomento a la Arquitectura que se ha adjudicado Velasco, que con un monto de poco más de 24 millones de pesos propone realizar un “Concurso de anteproyecto de urbanismo plan estratégico de desarrollo barrial Cerro Panteón Cárcel”: fondos públicos para mejorar el entorno de una inversión privada. Es válido preguntarse si se hubiese propuesto este proyecto, si no estuviesen en proceso ambas construcciones en el cerro…
Hay esperanzas en aminorar el impacto y en que el tradicional y pequeño cerro no pierda identidad, cultura, ni habitantes.
Mientras tanto, y en completa lógica con un sector donde en pocos metros se ubican tres cementerios, y para bonanza de los futuros inversionistas y especuladores, los vecinos están más muertos que vivos.
Información sobre gentrificación: GENTRIFICACION NO ES UN NOMBRE DE SEÑORA
Comentarios
Publicar un comentario